jueves, 25 de noviembre de 2010

Dia de Dar Gracias.



En estos días, casi todos somos presa en mayor o menor medida, de ciertas fechas inscritas en el calendario que dictan tu conducta y hasta tu estado de ánimo dependiendo de lo que toque “celebrar”.

Así tenemos el 14 de febrero donde algunos compramos flores, chocolates, escribimos cartas, etc, y nos sentimos más amorosos, más poéticos, más amigos, más amantes, cual sea el caso.

En el día de la madre nuestro cordón umbilical se vuelve sensible se estira más hacia su origen y con una llamada telefónica, una tarjeta y unos billetitos creemos repagar un poquito los invaluables sacrificios de nuestra progenitora (para los que tienen la dicha de tenerla viva todavía).

Llegamos hasta la navidad y algo que pretendió ser el renacer de la humanidad, el nacimiento del Cristo, la reflexión de lo que hemos sido, somos y seremos se ha convertido en la máxima expresión de lo que el consumismo puede hacer con la conciencia colectiva de los hombres… y de las mujeres también.

En medio de todas estas fechas, me encuentro con el Día de Acción de Gracias.
Esta celebración ha significado el péndulo del reloj de mi vida aquí en los USA. Ese vaivén imparable que ha marcado las horas oscuras y lucidas de mis últimos tiempos. Desde mi primera celebración que me supo a amargura, a recuerdo, a distancia, a deseos pospuestos, hasta esta última donde mi mesa se vera ampliada y el color y calor de otras lenguas y culturas calentaran mi casa.

Ese día será lo que prendió ser desde un principio, dar las gracias por mantenerme vivo y soñador, por no dejar que la desesperanza me invada, por permitirle mostrarle a mis hijos el camino más correcto posible en esta sociedad llena de incorrecciones y falsas banderas.

Por permitirme conocer personas que hacen que mis esperanzas de un mundo mejor no claudiquen, en fin dar las gracias por mantener esta fecha fuera del alcance de las registradoras y el consumismo superfluo y plástico, por ser para mí una verdadera fecha de recogimiento y reflexión de lo que puedan marcar las horas venideras…

Pero, a quien le doy las gracias? A la vida, a mi mismo, a mis padres, a mis hermanos, a mis hijos, a mi compañera, a los que ya no están físicamente en este mundo pero su generosidad en vida arde como antorchas en la oscura noche del cinismo? O simplemente le doy gracias a Dios y me ahorro tanto nombre? No, no podría obviar a nadie ya que todos en mayor o menor grado ha dejado su huella en mi existencia y han contribuido a forjar parte de lo que soy.

Salud entonces y ojala que algún día todos tengamos algo que agradecer y se globalice esta celebración, que todo el mundo tenga pan que pueda partir y agua pura que pueda beber y que el pacto de la alianza de la celebración de la vida jamás se rompa.