
Pintura: "La libertad de la Muerte" por Jean Baptiste Regnault. (1795)
El 18 de Enero se cumplieron 18 años de la firma de los acuerdos de paz. Quizás, el hecho más importante de nuestra historia como sociedad moderna. Ahí se redactaron y negociaron toda una serie de medidas que garantizaría la evolución de nuestro pueblo hacia una democracia real, firme y duradera. La nueva sociedad estaba en gestación, al menos esa fue la promesa.
A 18 años de la efemérides, algunas cosas nunca se cumplieron y otras fueron deformadas o convertidas en letra muerta. Se podría decir que los acuerdos de paz se volvieron una bonita pieza literaria de ficción, sin ninguna esperanza de ser, o solo fueron, la cicuta de la revolución salvadoreña.
Asistimos todos a su funeral.
Unos, eternamente apesadumbrados le cantaban un réquiem.
Otros, con la escueta curiosidad de un zopilote imaginaban un banquete.
Flanqueando el ataúd, los infalibles Nostardamus recitaban su
"te lo dije" triunfal.
Los de la risa a medias y cara de espantapájaros
no se atrevían a contemplarla aduciendo dolor de estomago.
Muy en el fondo, los gritos de parto de 5 mujeres rompen el silencio sepulcral,
y el llanto de los recién nacidos enmudece la música sacra.
El féretro es abierto por sus 5 amantes que le plantan un beso
ardiente e infinito... De tanto amor el corazón se escapa.
Los necios, apuran el entierro en el cementerio de la historia y le clavan un epitafio que reza: "Aquí yace incompleta la revolución salvadoreña con un hoyo en el pecho, como si el corazón se le hubiera volado".